Es una propuesta del Colectivo de Educadores IDENTIDADES. Incluimos relatos breves que nos ayudan a pensar sobre los mundos que construimos, con sus múltiples matices, sus diversas voces, sus conflictos. Cuentos, poesías, refranes, canciones,etc., etc. con sabiduría, sobre la cultura, la naturaleza, con el NOSOTROS que queremos construir. Esperamos hacerlo crecer junto a ustedes y con ustedes. . .

Este espacio surgió con el proyecto educativo de extensión comunitaria "IdentidadeS, Historias, Memoria colectiva" que realizamos entre el 2008 y 2010 en el ISFD N°96 ( Normal Nº 1)
Para conocer, dudar y quedarnos pensando a través de palabras e historias que nos entralazan.
Somos educadores y estamos en la ciudad de La Plata -

martes, 8 de septiembre de 2009

Sopa

Acá va otro texto de Elisa Araujo que en estos días lluviosos hace agua la boca. Tiene que ver con recuperar la pasión por hacer uno mismo el alimento en lugar de comprar una mezcla química en un sobre o cubito. Es parte de la cultura que no queremos olvidar.

Sopa
La totalidad es mucho más que la suma de las partes.
Tenés un líquido ligeramente salado, con algunos fideítos flotando por ahí, pequeños trocitos de verdura, quizás zapallo y un poco de apio, a veces puerro o un toque de ajo. Ingredientes varios que se agregan a una olla de agua y que descansando al calor del fuego traban relación.
Si primero hubo un hueso o algo de carne, usamos entonces la famosa “espumadera” cuya función, que le dio nombre, ha caído en el olvido en la era de las sopas en cubitos, latas o sobres. Y como decía, los sabores, al calor del fuego lento, se van amigando y cada uno cediendo algo de su más recóndito ser.
Las sopas “artesanales”, por llamarlas de alguna manera, “fatto in casa”, o de modo tradicional, tienen una individualidad tan diversa que ni siquiera son iguales a sí mismas.
A veces pongo la olla al fuego mientras voy lavando y picando la verdura y el sabor depende del calor que toma el agua a medida que voy echando los trocitos de cebolla, zanahoria, morrón o zapallo. Según la frescura y origen del apio, si hay batata y si es buena, si le agrego ese día unas hojas picadas de espinaca. A veces no tengo ganas de picar todo y solo lo corto en rebanadas. Luego con el casi olvidado utensilio llamado “prensa puré” o “pisa papas” desmenuzo todo para darle una consistencia diferente, una mayor interacción a toda esa congregación de ingredientes. Elegir luego un buen queso, mantecoso o de rallar, quizás un poco de crema, abre todo un nuevo mundo de posibilidades.
A la hora de servirla a veces escojo un bols, a veces un tazón, a veces los antiguos platos hondos, pero siempre la humeante totalidad es apreciada en casa por chicos y grandes, adolescentes y ancianos, por despertar papilas y recuerdos y calentar el cuerpo y el alma.

La historia de los otros

El pasado 24 de abril, el Espacio de Educadores "Identidades" junto al Grupo La Grieta, organizamos en el Galpón de Encomiendas y Equipajes la presentación del libro "Los otros cuentos", compuesto por relatos del Subcomandante Marcos y editado por la Red de Solidaridad con Chiapas de Argentina. Compartimos aquí un fragmento del cuento "La historia de los otros", que recupera el valor de la diversidad.

Contaron los más viejos de los viejos que poblaron estas tierras que los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, no se pensaban parejo todos.
O sea que no tenían el mismo pensamiento, sino que cada quien tenía su propio pensamiento y entre ellos se respetaban y se escuchaban.
Dicen los más viejos de los viejos que de por sí así era, porque si no hubiera sido así, el mundo nunca se hubiera nacido porque en la pura peleadera se hubieran pasado el tiempo los dioses primeros, porque distinto era su pensamiento que sentían.
Después se callaron todos y cada uno habló de su diferencia y cada otro de los dioses que escuchaba se dio cuenta que, escuchando y conociendo las diferencias del otro, más y mejor se conocía a sí mismo en lo que tenía de diferente.
Entonces todos se pusieron muy contentos y se dieron a la bailadera y tardaron mucho pero no les importó porque en ese tiempo todavía no había tiempo.
Después de la bailadera que se echaron los dioses sacaron el acuerdo de que es bueno que haya otros que sean diferentes y que hay que escucharlos para sabernos a nosotros mismos.

El segundo cuento del tercer encuentro

Cuando finalizó el tercer encuentro del Curso "Educación con y desde la diversidad", compartimos un almuerzo en el que la palabra siguió circulando y tejiendo memorias. Elisa Araujo recordó un cuento que oyó una vez en boca del grupo de narradores de "Cuento encuentro" y se animó con su versión: "Había una vez un comisario que solía ir a pescar...".Fue ahí cuando Matías García dijo que conocía la historia, que el autor era Arturo Jauretche. Pero Marta Tomé lo había escuchado también, narrado por Landriscina, y sostuvo que era un cuento de tradición oral. Sea cual fuere su origen, sin duda es un cuento que anda de aquí para allá, vivito y coleando, mutando quizá en su forma pero no en su esencia. Compartimos con ustedes la versión de Jauretche:

El pescado que se ahogó en el agua

El arroyo de la Cruz había crecido por demás, y bajando dejó algunos charcos en la orilla. Por la orilla, iban precisamente el comisario de Tero Pelado, al tranquito de su caballo. Era Gumersindo Zapata, a quien no le gustaba mirar de frente y por eso siempre iba rastrillando el suelo con los ojos. Así rastrillando vio algo que se movía en un charquito y se apeó. Era una tararira, ese pescado redondo, dientudo y espinoso, tan corsario que no deja vivir a otros. Vaya a saber por que afinidad Gumersindo le tenía simpatía a las tarariras, de manera que se agachó y alzó a la que estaba en el charco. Montó a caballo, de un galope se llegó a la comisaría, y se hizo traer el tacho donde se lavaba "los pieses" los domingos. Lo llenó de agua y echó adentro a la tararira.

El tiempo fue pasando y Gumersindo cuidaba todos los días de sacar el "pescado" del agua primero un rato, después una hora o dos, después más tiempo aún. La fue criando guacha y le fue enseñando a respirar y a comer como cristiano. ¡Y tragaba la tararira! Como un cristiano de la policía. El aire de Tero Pelado es bueno y la carne también, y así la tararira, criada como cordero guacho, se fue poniendo grande y fuerte.

Después ya no hacía falta ponerla en el agua y aprendió a andar por la comisaría, a cebar mate, a tener despierto al imaginaria y hasta escribir prontuarios. En lo que resultó muy sobresaliente fue en los interrogatorios; muy delicada para preguntar, sobre todo a las damas, como miembro de comisión investigadora: "¿Cuántas bombachas tenés?" Igualito que otros.

Gumersindo Zapata lo sabía sacar de paseo, en ancas, a la caída de la tarde.

Esa fue la desgracia.

Porque una ocasión, cuando iban cruzando el puente sobre el arroyo de la Cruz, la pobrecita tararira se resbaló del anca y se cayó al agua.

Y es claro. Se ahogó.

Que es lo que le pasa a todos los pescados que dedicados a otra cosa que ser pescado se olvidan que tienen que ser eso: buenos pescados. Cosa que de por sí demanda mucha responsabilidad.