-¡Calmate pancita! Ya encontraremos algo para comer…- le decía palmoteándosela cariñosamente.
Pensó que le convenía volver a donde vivían sus parientes, tíos, hermanos, abuelos…
Ni bien llegó a ese lugar se fue a la casa de la tía Eduviges la rezongona
-¿Qué querés Juan tanto tiempo?
- Un poquito de comida, tía
-¡No tengo ni para el perro! - le dijo la tía y le cerró la puerta en las narices porque era muuuuuy rezongona.
Entonces Juan el caminante se fue a la casa de otra tía, Eleonora-Digo Mentiras
-Hola Juan ¿Qué andás haciendo vos por acá?
-Hola tía, ando buscando un poco de pan, la panza me hace ruido
-¡¡No tengo!!- dijo Eleonora la mentirosa y también cerró la puerta.
Después fue a la casa de la abuela Ángela que lo abrazó muy fuerte y se puso muy contenta pero tampoco tenía nada para comer, porque eran muy pobres.
Llegó a la casa de sus padres y estaban preocupados y también tenían ruidos en la pancita.
Entonces Juan pensó que tenía que encontrar otra solución. Pensó, pensó y pensó mientras caminaba de un lado hacia otro con los ojos fijos en la punta de sus zapatones viejos de polvo.
Fue entonces cuando sin querer, pateó una piedra redonda, pulida y brillante. La alzó la miró y tuvo una IDEA.
Con paso muy firme se acercó hasta la casa de unos vecinos, golpeó la puerta y salió Mariquita “Soy muy curiosa” y abrió; no lo reconocía tanto tiempo que había pasado y le preguntaba
-¿Quién es usted? ¿De dónde viene? ¿Qué quiere?
- Soy Juan, Doña Mariquita, y quiero probar las virtudes de esta extraordinaria piedra que traje del lejano y Misterioso Oriente. SIRVE PARA HACER SOPA.
-¡Pero qué maravilla Juancito, pasá que nos viene muy bien porque justo hoy no tenemos nada para comer!
Juan entró. Minutos después una enorme olla cargada con agua reposaba sobre el fuego, y en su interior, redonda, pulida y brillante, la mágica piedra de hacer sopa.
-Consiga unas papas Doña Mariquita- pidió Juan al cabo de un rato.
Doña Mariquita fue a la casa de la tía Eduviges la Rezongona, que le dio unas papas que pusieron a ¡la olla!.
-Consiga unas zanahorias y cebollas-
Doña Mariquita fue a casa de la tía Eleonora “Digo Mentiras” y volvió con dos zanahorias, una cebolla que también fueron a parar a la olla!
![]() |
Ilustración de Cos para el cuento “Sopa de piedras”, del libro Mitos, cuentos y leyendas de Latinoamérica y el Caribe (Buenos Aires, Aique Grupo Editor / Bogotá, Babel Libros, 2007). |
Y así, primero una cosa, después otros ayudaron con un nabo, con una cebollita de verdeo, un choclo, la cosa se fue armando;perejil, repollo, apio, y hasta porotos que, claro está, traía Doña Mariquita de la casa de los vecinos (algunos eran de la familia de Juan).
Intenso aroma a SOPA RICA comenzó a invadir la cocina, los cuartos, salió por la ventana del comedor y recorrió las calles del pueblo.
Doña Eduviges, Doña Eleonora, la abuela Ángela; los padres y hermanos de Juan y muchos más se acercaron despacito, despacito, atraídos por el olor…
-¡VIENEN PARA COMER!!- exclamó preocupada Doña Mariquita.
-¡QUE VENGAN NOMÁS! ¡Hay sopa para todos, gracias a que muchos colaboraron con lo poquito que cada uno tenía en la casa.
Y así fue. Todo el pueblo probó la deliciosa sopa y hasta el perro de Doña Eduviges pudo comer aquel día.
Cuando el festín terminó, Juan el Caminante emprendió su viaje. Pero eso sí, dejó como recuerdo la mágica piedra.
-Con ella nunca más pasarán hambre- les dijo antes de marcharse.
-¡GRACIAS JUAN! ¡GRACIAS POR LA PIEDRA DE HACER SOPA.
Juan se fue perdiendo hasta ser solo un puntito al final del camino. No estaba triste por haber regalado su piedra. ¡Total! en Cualquier Parte se podían encontrar piedras como aquella, redondas, pulidas, brillantes y ¡Mágicas!