A orillas de otro mar, un alfarero se
retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le
tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la
iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así
manda la tradición, entre los indios del nordeste de América: el artista que se
va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa
vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el
suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su
arcilla.
(1993) Las palabras
andantes, Buenos Aires, Ed. Catálogos.
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