No sé si lo soñé o si después de terminarla la soñé. Pero
voy a contar la historia misma contenida en la canasta y la historia misma de
la canasta.No sé si la recuerdo de veras o si solo recuerdo las palabras con
que la cuento . . .
Mi historia es de
personajes y de personas, porque para mí, así se marca el tiempo,
el pasado lejano, el pasado de recuerdos, el presente vivido, el futuro
inevitable y todo vuelta a empezar.
También es la historia de esta tierra que nos ha sido heredada, en la
que hemos transitado desde antes que la memoria apareciera, un espacio
más extenso del que ahora habitamos, en él nos movíamos sin límites, todo era
de todos.
Mi abuela Celia me sigue contado lo que sus abuelos le contaron
mucho tiempo atrás: Antes habitaba Maijaawí en una olla, era una víbora
que se alimentó de conocimiento.Fue creciendo tanto que un día no cupo más y
reventó su olla de barro, lanzando todo el conocimiento
contenido a las naciones que estaban cerca.
A unos les dio una lengua y a otros, otra, y a cada pueblo le enseñó
cosas distintas.
En el sueño descendía un viento fuerte. Este aire llegaba al piso
dibujando dos círculos: el del territorio ancestral de nuestra familia y el de
toda la nación kumiai.
En un sueño, mi tía Gloria nos hablaba a los pequeños en
kumiai, la lengua de nuestros antepasados. Y nos enseñaba a cantar y bailar
para las fiestas que había antes. Cantábamos y bailábamos durante noches y días.
Tejía mi abuela doña Celia a mi tía Gloria, que era cantante
tradicional, también mi sobrino Lalo, a mi hermana Diana y a mi hermana
Arcelia, a mi hijo Fausto y a mis hijas Valeria, Lucero y Griselda.
El viento fuerte elevó a Maijaawi para que su rostro fuera conocido por
los nuevos, los que harán el futuro, mis hermanas y mis hijos , los que se
fueron y los que están juntos, con los bules al aire, haciendo sonar las
semillas de su interior, harán que todo regrese como las águilas protectoras.
De arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda y de
izquierda a derecha. Así, todo volverá, como el viento, sin tiempo ni
espacio.
Aparecen dos águilas, una negra y una roja, son animales de todos los
indígenas, no sólo de los kuiñai, con sus alas protegen a todos. Están en la
canasta para que protejan a los niños.
Abrí los ojos y estaba la creación, estaba frente a mí el jilú (cesto)
con toda la historia contenida en su interior, como las semillas de un
bule, sonando y cantando en todas las direcciones-
Contado por Aurelia Ojeda Melendrez, indígena kumiai, San José de
la Zorra, Ensenada, Baja California. Méjico.
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