lunes, 27 de enero de 2014

Compartimos "El mito de la canasta", de cómo el conocimiento fue desparramado por todo el mundo para que llegara a todos los seres que lo habitan. Pertenece a la tradición oral del pueblo Kumiai.



No sé si lo soñé o si después de terminarla la soñé. Pero  voy a contar la historia misma contenida en la canasta y la historia misma de la canasta.No sé si la recuerdo de veras o si solo recuerdo las palabras con que la cuento . . .
Mi historia es de personajes y de personas, porque para   mí, así se marca el tiempo, el pasado lejano, el pasado de recuerdos, el presente vivido, el futuro inevitable y todo vuelta a empezar.
También es la historia de esta tierra que nos ha sido heredada, en la que hemos transitado  desde antes que la memoria apareciera, un espacio más extenso del que ahora habitamos, en él nos movíamos sin límites, todo era de todos.
Mi abuela Celia me sigue contado lo que sus abuelos le contaron mucho tiempo atrás: Antes habitaba Maijaawí en una olla, era una víbora que se alimentó de conocimiento.Fue creciendo tanto que un día no cupo más y reventó su olla de barro, lanzando todo el conocimiento  contenido   a las naciones que estaban cerca.
A unos les dio una lengua y a otros, otra, y a cada pueblo le enseñó cosas distintas.
En el sueño descendía un viento fuerte. Este aire llegaba al piso dibujando dos círculos: el del territorio ancestral de nuestra familia y el de toda la nación kumiai.
En un sueño,  mi tía Gloria nos hablaba a los pequeños en  kumiai, la lengua de nuestros antepasados. Y nos enseñaba a cantar y bailar para las fiestas que había antes. Cantábamos y bailábamos durante noches y días.
Tejía mi abuela doña Celia a mi tía  Gloria, que era cantante tradicional, también mi sobrino Lalo, a mi hermana Diana y a mi hermana Arcelia, a mi hijo Fausto y a mis hijas  Valeria, Lucero y Griselda.
El viento fuerte elevó a Maijaawi para que su rostro fuera conocido por los nuevos, los que harán el futuro, mis hermanas y mis hijos , los que se fueron y los que están juntos,  con los bules al aire, haciendo sonar las semillas de su interior, harán que todo regrese como las águilas protectoras. De arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Así, todo volverá,  como el viento, sin tiempo ni espacio.
Aparecen dos águilas, una negra y una roja, son animales de todos los indígenas, no sólo de los kuiñai, con sus alas protegen a todos. Están en la canasta para que protejan a los niños.
Abrí los ojos y estaba la creación, estaba frente a mí el jilú (cesto) con toda la historia contenida en su  interior, como las semillas de un bule, sonando y cantando en todas las direcciones-

 Contado por Aurelia Ojeda Melendrez, indígena kumiai, San José de la Zorra, Ensenada, Baja California. Méjico. 


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