Es una propuesta del Colectivo de Educadores IDENTIDADES. Incluimos relatos breves que nos ayudan a pensar sobre los mundos que construimos, con sus múltiples matices, sus diversas voces, sus conflictos. Cuentos, poesías, refranes, canciones,etc., etc. con sabiduría, sobre la cultura, la naturaleza, con el NOSOTROS que queremos construir. Esperamos hacerlo crecer junto a ustedes y con ustedes. . .

Este espacio surgió con el proyecto educativo de extensión comunitaria "IdentidadeS, Historias, Memoria colectiva" que realizamos entre el 2008 y 2010 en el ISFD N°96 ( Normal Nº 1)
Para conocer, dudar y quedarnos pensando a través de palabras e historias que nos entralazan.
Somos educadores y estamos en la ciudad de La Plata -

miércoles, 9 de julio de 2014

Del taller "TODOS SOMOS PARTE DE UNA RED"


Las educadores del Equipo IDENTIDADES realizamos un taller con chicos que viven en  El Peligro,  zona rural del partido de La Plata. Alumnos de 5° grado de la Esc. 49, año 2014.
Fuimos conociendo con ellos los diferentes actividades que se hacen en la zona, dónde juegan dónde trabajan, cómo cultivan flores y verduras.
Fuimos en busca de los saberes con que llegaron sus familias a poblar ese lugar, la mayoría llegaron desde Paraguay, desde Bolivia, algunos de más lejos. Para poder llegar a sus historias y conocer los saberes que trajeron sus padres, sus abuelos, sus vecinos, contamos el cuento de Nicanor, que viajó desde San Pedro llevando un equipaje cargado de recuerdos  y de historias, un cuento que escribió Liliana Bodoc, que publicamos en este blog  el 21 /8/2012.
Busquen en la edición de esa fecha  ¡¡ojalá les guste y lo vuelvan a contar...!

sábado, 17 de mayo de 2014

LA MEMORIA / 2 de Eduardo Galeano


A orillas de otro mar, un alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del nordeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.


(1993) Las palabras andantes, Buenos Aires, Ed. Catálogos.

viernes, 31 de enero de 2014

Versión adaptada de “La historia de las preguntas”
Relatos del Viejo Antonio ( Escritos del Sub comandante Marcos)  CIACH. México. 2007

   Cuando los primeros dioses hicieron el mundo y todavía estaba dando vueltas  la noche, dos dioses llamados Ik’al y Votán se pusieron a hablar. Dos que eran uno sólo. Cuando se volteaba uno, se mostraba el otro, y volteándose el  otro  se mostraba el uno.
   Eran contrarios. Uno era luz, como mañana de mayo en el río. El otro oscuro, como noche de frío y cueva. Eran lo mismo. Eran uno los dos, pero el uno hacía al otro.
Pero no caminaban, quedando estaban sin moverse estos dos dioses que eran uno. ¿ Qué hacemos, pues ? Preguntaron.
“Está triste la vida así como estamos”, se decían tristeando..
“No pasa la noche”,  dijo Ik’al.
“No pasa el día”,  dijo el Votán.
“Caminemos”-, dijo el uno que  dos era.
“¿Y cómo ?”  preguntó el otro
“¿Para dónde? “preguntó el uno.
Y al preguntar  ¿cómo?, vieron que se movieron un tantito así, y luego otro más al preguntar ¿dónde?.
   Contento se uso el uno que era dos cuando vio que se movían. Quisieron los dos moverse al mismo  tiempo pero  no pudieron ¿ cómo hacemos,  pues?
Y se asomaba uno primero y luego  el otro y se movieron un poquito más y se dieron cuenta que se hacía primero uno y otro después , entonces sí se movían , y  se pusieron de acuerdo que,  para moverse primero se mueve el uno y luego se mueve el otro. Y empezaron a moverse. Y ya nadie se acuerda qué primero se movió para empezar a moverse por que estaban tan contentos que ya se movían y ¡¡¿ qué importa quién fue primero si ya nos estamos moviendo ¡! ? decían  los dioses que uno mismo eran. Mientras se reían sacaron el primer acuerdo  que fue  hacer baile. Y se bailaron, un pasito el uno, un pasito el otro y tanto se demoraron en el baile por lo contentos que estaban de haberse encontrado.
Cuando se cansaron de tanto baile sacaron la primera pregunta ¿ cómo moverse ? y trajo la respuesta de “juntos pero separados de acuerdo”. Pero esa pregunta  mucho no les importó porque cuando se dieron cuenta, ya estaban moviéndose y entonces se vino la otra pregunta cuando descubrieron que había dos caminos: uno era muy cortito que ahí nomás llegaba y se veía cerquita donde terminaba. Y era tanto el gusto que tenían por caminar que acordaron en tomar el camino largo.
Elegir el camino largo les trajo otra pregunta ¿ adónde lleva este camino? Tardaron en pensar la respuesta los dos que era uno. De pronto se dieron cuenta que sólo si caminaban el camino largo iban a saber dónde llevaba. T entonces se dijeron el uno que dos era: “Pues vamos a caminarlo” Pero ahí nomás se preguntaron “ ¿cómo haremos para caminar mucho tiempo? ” , se quedaron pensando. Y al rato Ik’al dijo clarito que el no sabía caminar de día y Votan que él de noche tenía miedo de caminar. Y así quedaron llorando un buen rato. Recién cuando terminó la chilladera se pusieron de acuerdo y vio  Ik’al que bien podía caminar de noche y Votan que él podía durante el día.

     Desde entonces los dioses caminan con preguntas y no paran nunca, nunca se llegan y se van nunca.   Y entonces así aprendieron los hombres y mujeres verdaderos que las peguntas sirven para caminar, no para quedarse parados así nomás. Y desde entonces los hombres y mujeres verdaderos para caminar preguntan, para llegar se despiden y para irse saludan. Nunca se quedan quietos.

jueves, 30 de enero de 2014


Clickeando aquí,podrán ver y escuchar el mito sobre el origen del conocimiento en el mundo:
http://www.youtube.com/watch?v=3QvzjZHYND4

lunes, 27 de enero de 2014

Compartimos "El mito de la canasta", de cómo el conocimiento fue desparramado por todo el mundo para que llegara a todos los seres que lo habitan. Pertenece a la tradición oral del pueblo Kumiai.



No sé si lo soñé o si después de terminarla la soñé. Pero  voy a contar la historia misma contenida en la canasta y la historia misma de la canasta.No sé si la recuerdo de veras o si solo recuerdo las palabras con que la cuento . . .
Mi historia es de personajes y de personas, porque para   mí, así se marca el tiempo, el pasado lejano, el pasado de recuerdos, el presente vivido, el futuro inevitable y todo vuelta a empezar.
También es la historia de esta tierra que nos ha sido heredada, en la que hemos transitado  desde antes que la memoria apareciera, un espacio más extenso del que ahora habitamos, en él nos movíamos sin límites, todo era de todos.
Mi abuela Celia me sigue contado lo que sus abuelos le contaron mucho tiempo atrás: Antes habitaba Maijaawí en una olla, era una víbora que se alimentó de conocimiento.Fue creciendo tanto que un día no cupo más y reventó su olla de barro, lanzando todo el conocimiento  contenido   a las naciones que estaban cerca.
A unos les dio una lengua y a otros, otra, y a cada pueblo le enseñó cosas distintas.
En el sueño descendía un viento fuerte. Este aire llegaba al piso dibujando dos círculos: el del territorio ancestral de nuestra familia y el de toda la nación kumiai.
En un sueño,  mi tía Gloria nos hablaba a los pequeños en  kumiai, la lengua de nuestros antepasados. Y nos enseñaba a cantar y bailar para las fiestas que había antes. Cantábamos y bailábamos durante noches y días.
Tejía mi abuela doña Celia a mi tía  Gloria, que era cantante tradicional, también mi sobrino Lalo, a mi hermana Diana y a mi hermana Arcelia, a mi hijo Fausto y a mis hijas  Valeria, Lucero y Griselda.
El viento fuerte elevó a Maijaawi para que su rostro fuera conocido por los nuevos, los que harán el futuro, mis hermanas y mis hijos , los que se fueron y los que están juntos,  con los bules al aire, haciendo sonar las semillas de su interior, harán que todo regrese como las águilas protectoras. De arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Así, todo volverá,  como el viento, sin tiempo ni espacio.
Aparecen dos águilas, una negra y una roja, son animales de todos los indígenas, no sólo de los kuiñai, con sus alas protegen a todos. Están en la canasta para que protejan a los niños.
Abrí los ojos y estaba la creación, estaba frente a mí el jilú (cesto) con toda la historia contenida en su  interior, como las semillas de un bule, sonando y cantando en todas las direcciones-

 Contado por Aurelia Ojeda Melendrez, indígena kumiai, San José de la Zorra, Ensenada, Baja California. Méjico. 


domingo, 19 de enero de 2014

Llamadas  también MATUTINES y CHACHARACHAS en Chile, donde fueron recopiladas por el folklorólogo Oreste Plath, en la Argentina por Susana Chertudi y  otros. Recogieron de la tradición oral versos utilizados para atraer la atención del auditorio y provocar mayor expectativa sobre lo que se está por contar:

“Había una vez, y dos son tres . . .”
              
      “Allá por los tiempos en  que las culebras andaban paradas
        y los animales hablaban, habia . . . “

“Escuchar para aprender, aprender para contar y contar para enseñar.
 El que no sabe que aprenda, que las compre al que las venda, zapatón, zapatita,
¡ay! Que me duele la patita. . .”

“Hace ya muchos años . . .”                                     
         “Erase que se era . .  . “  
                   “Dicen que sucedió una vez . . .”

“Estera y esterillas, ándense por las orillas
 éste era y esterones, ándense por los rincones . . .
 Este esuncuento y yo voy con él,
 Uno adelante y yo tras de él . . . ”
            
          ”Y se acabó el cuento, se fue por un zapato roto
            para que  fulana . . . cuente otro. . .”

           “Y se acabó el cuento, y se lo llevó el viento,
             pa’ que mas tarde de uno se pueda tener un ciento.”

“Y el cuento se acabó,
  y el viento se lo llevó.
 Cuando lo vuelva a encontrar,
 Se los volveré a contar.”

"Así lo contó Juan Soldao, y el cuento si ha acabao.”

“Y aquí se acabó el cuento del Periquito Sarmiento,
que estaba con la guatita al aire y el potito al viento”

 “Y yo me fui por un caminito sembrando porotos, 
   Para que ud.  Señorita me cuente otro . . .”

  “Y aquí se acaba el cuento que de la cordillera trajo el viento”

   “Y Colorín , Colorado, éste cuento se ha acabado”

martes, 14 de enero de 2014

UN PEDACITO de CHINA en BARRACAS, un cuento de Roxana D´Auro

                                                                            
“Sin salir de casa, se puede conocer el mundo” Tao Te Ching – Lao Tse

Juan Pedro nació en Argentina, en el barrio de Barracas. Come choripán, patea en el potrero con los pibes, juega a las figus y a las bolitas. En la escuela le pusieron un sobrenombre. El Chino, le dicen. No fueron muy originales porque Juan Pedro es chino. Es un chino argentino. Su papá y su mamá vinieron directamente de Hong Kong y Juan Pedro nació entre los músicos callejeros que tocan tango en el empedrado los domingos, los bolivianos que cocinan pollo frito a toda hora y las peruanas que venden bombachas de todos los colores.
Pero el año pasado vino de la China no un chino mandarín como dice la canción, sino la abuela de Juan Pedro ,que se horrorizó al comprobar que la palabra más próxima a China que pronunciaba su nieto era chin…chulín y decidió armarle una colección de secretos chinos para sentirse cerca aunque esté tan lejos.
Semejante colección y semejantes secretos sólo podían estar bien guardados en unas cajas chinas,cajitas chinas decoradas con imágenes de dragones y perros de Fo y muchos colores en hilos de seda brillantes.
Para conocer el secreto de la cocina china, en una cajita la abuela guardó un grano de arroz.
Para conocer el secreto del arte chino, un pedacito de finísimo papel con una mancha de tinta china en él.
Para conocer el secreto de las aguas, una escama de pez Koi.
Para conocer el secreto de los bosques, una hojita de bambú.
Para conocer el secreto de las mujeres, un tira de fina seda.
Había algo especial en esas cajas chinas. Tal vez una magia oculta. Tal vez la fuerza del secreto. Tal vez el amor de la abuela, pero cuando Juan Pedro abría las cajas, se escuchaba el susurro del viento entre las cañas de bambú, o el glu glu del agua corriendo sobre las rocas del río.
-Un pedacito de China en Barracas.
-¿Cómo es eso?, le dijo Keyla Serrudo, su mejor amiga, su compañera de banco.
-No hace falta todo el mar, podés cerrar los ojos y una sola gota en tu lengua se sentirá como el mar entero. Keyla se quedó pensando que eso era ser chino bien chino, con el gusto por lo pequeño, lo diminuto, lo concentrado, y aceptó la invitación de Juan Pedro.
Al día siguiente cuando salieron de la escuela, se fueron a la parte trasera del negocio. Mientras sus padres trabajaban adelante, Yun en la caja y Reynaldo en la verdulería, ellos se sentaron frente a frente. Juan Pedro le cubrió los ojos a Keyla con un pañuelo de seda, y abrió una cajita que tenía el secreto de la ceremonia del té. Sólo con la proximidad de un pétalo de jazmín, Keyla sintió la intensidad de una taza de fina porcelana pintada con pintura dorada que humeaba frente a su pequeña nariz. Después fue el turno de ella. Le cubrió con delicadeza los ojos a Juan Pedro, con el mismo pañuelo de seda y se sentó frente a él. Abrió uno a uno todos los paquetitos que había llevado, envueltos en telas de fuertes colores. Sacó primero una piedra que tenía el secreto que el viento le cuenta a la montaña; un trozo de sal que hace muchísimos años fue el fondo del mar; el vellón de una llama; una hoja de coca. Y viajaron por Bolivia y por China, desde Barracas. Después satisfechos, se acostaron panza arriba a ver un pedacito de cielo que se colaba por un agujero en el techo de chapa. Juan Pedro dijo:
-El mundo cabe en un pañuelo, ¿no Keyla?

-O en una caja, respondió ella.

viernes, 3 de enero de 2014

EL SUEÑO DEL PONGO -

A  veces lo justo, empieza en los sueños . . .
El sueño del pongo (en quechuaPongoq mosqoynin [Qatqa runapa wil l un cuento que el escritor peruano José María Arguedas escuchó en LIma, Perú a un campesino oriundo del Cuzco y que publicó en 1965.

    Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludo en el corredor de la residencia.
-¿Eres gente u otra cosa? - le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.
Humillándose, el pongo contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
-¡A ver! - dijo el patrón - por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¿Llévate esta inmundicia! - ordenó al mandón de la hacienda.
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. "Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza", había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. "Sí, papacito; sí, mamacita", era cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también porque quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.
-Creo que eres perro. ¡Ladra! - le decía.
El hombrecito no podía ladrar.
-Ponte en cuatro patas - le ordenaba entonces-
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
-Trota de costado, como perro - seguía ordenándole el hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.
-¡Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.
El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.
Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.
-¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! - mandaba el señor al cansado hombrecito. - Siéntate en dos patas; empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.
-Recemos el Padrenuestro - decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.
En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.
-¡Vete pancita! - solía ordenar, después, el patrón al pongo.
Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos*.
Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hobrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado.
-Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte - dijo.
El patrón no oyó lo que oía.
-¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? - preguntó.
-Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte - repitió el pongo.
-Habla... si puedes - contestó el hacendado.
-Padre mío, señor mío, corazón mío - empezó a hablar el hombrecito -. Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.
-¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio - le dijo el gran patrón.
-Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos. Los dos juntos; desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco.
-¿Y después? ¡Habla! - ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
-Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pensando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
-¿Y tú?
-No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.
-Bueno, sigue contando.
-Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: "De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente".
-¿Y entonces? - preguntó el patrón.
Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.
-Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
-¿Y entonces? - repitió el patrón.
-"Angel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre", diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.
-Así tenía que ser - dijo el patrón, y luego preguntó:
-¿Y a ti?
-Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San Francisco volvió a ordenar: "Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano".
-¿Y entonces?
-Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las furzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. "Oye viejo - ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel -, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!". Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando...
-Así mismo tenía que ser - afirmó el patrón. - ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
-No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro Gran padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mi, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: "Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo". El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.

(*) Indio que pertenece a la hacienda