Es una propuesta del Colectivo de Educadores IDENTIDADES. Incluimos relatos breves que nos ayudan a pensar sobre los mundos que construimos, con sus múltiples matices, sus diversas voces, sus conflictos. Cuentos, poesías, refranes, canciones,etc., etc. con sabiduría, sobre la cultura, la naturaleza, con el NOSOTROS que queremos construir. Esperamos hacerlo crecer junto a ustedes y con ustedes. . .

Este espacio surgió con el proyecto educativo de extensión comunitaria "IdentidadeS, Historias, Memoria colectiva" que realizamos entre el 2008 y 2010 en el ISFD N°96 ( Normal Nº 1)
Para conocer, dudar y quedarnos pensando a través de palabras e historias que nos entralazan.
Somos educadores y estamos en la ciudad de La Plata -

sábado, 25 de julio de 2009

RR

El relato que compartimos pertenece a Elisa Araujo, del "Centro Cultural Macá" de Villa Elisa. La conocimos en el curso

"Educación con y desde la diversidad", y enseguida se sumó a la propuesta de "El entramado...".


El vuelo del chimango, fácil, casi sin aleteo, dibujaba elipses en el cielo sin nubes. Pasaba insistentemente sobre un área pelada de vegetación. La tierra áspera, gastada, no era ya sostén de vida alguna. Tras el desierto verde, ese que trajo tanta prosperidad al campo, llegó finalmente el desierto real.

Tomaba mate a la sombra quieta de la galería. El paisaje a lo lejos temblaba por el calor. El aroma del cedrón que le había puesto al mate lo llevó a otros tiempos, casi ayer.

Bajo esta misma sombra y mirando las siluetas de los chimangos tuvo sueños y proyectos de los que quedaron solo cenizas.

A todos les pasó igual. “Un negocio formidable”, decían los técnicos. “La mitad del trabajo”, decía la publicidad.

Tarde se dieron cuenta de la verdad. El rinde no era tal. Las plagas se fortalecieron. Volver a fumigar una y otra vez. Los pibes cobrando, monedas, por hora parados con banderillas para marcar el campo. Los aviones y sus nubes tóxicas apenas a metros sobre sus cabezas. Niños pobres ganándose la vida y la muerte al igual que el suelo.

Nunca se le cruzó por la mente el efecto de su elección.

Roundup Ready, nombre alegre y tintineante para la muerte.

Instantáneas de Villa Nueva

Marcela García, participante del Proyecto, es alfabetizadora de adultos en un barrio de Berisso. Comparte con nosotros estos versos, que nacen del primer encuentro con Paulina, una señora del lugar.


Calles de tierra

intransitables en días de lluvia.

Retazos de chapa y madera

convertidos en casas que abrigan

familias numerosas

Para entrar a cada lote

hay que atravesar un puentecito enclenque

dudando si soportará nuestro peso

Un alambrado destejido,

por donde se cuelan un par de gallinas que entran y salen

Detrás de ese alambrado está Paulina

Contenta nos muestra su casita nueva, de madera

La invitamos al taller de alfabetización,

y en ese instante se desdibuja en su rostro

el peso de los años,

y como en un niño

sus ojos brillan

baila en su mirada una sonrisa

y orgullosa nos cuenta que hace pocos días

aprendió a escribir su nombre.


sábado, 18 de julio de 2009

El cuento de Machalá

El grupo de música para chicos "Canciones para no dormir la siesta" nació en Montevideo, Uruguay y se desarrolló durante los últimos años de la dictadura militar y continuó unos años más, cantando y contando relatos musicales para pensar creativamente el mundo actual.
Creaban letras con sentido metafórico, que podían entender tanto los chicos como los grandes, en un ápoca en que no existía libertad de expresión en su país, para hacer referencia a su propia realidad social y la de América Latina. De su L.P. "Canciones para usar", seleccionamos un cuento escrito por Horacio Buscaglia, "Cuento de Machalá", donde, figurativamente, una víbora sanguinaria y su familia dominaba desde muchísimo tiempo atrás un bosque de Centroamérica, hasta que los animales cansados de tanta injusticia, decidieron organizarse y echar a los tiranos.

Todo ocurrió en el bosque de Monimbó. Sus habitantes: conejos, lechuzas, hormigas, mariposas, y hasta los propios árboles - de cuya madera se hacen las marimbas -, todos, vivían muy tristes. La culpa la tenía Machalá, la víbora, porque con su ejército de escorpiones tenía asustados a todos los bichitos del bosque. Los dominaba, los hacía trabajar para ella, y nadie podía hacer lo que realmente quería.

Los pájaros, no podían volar libremente por el pedazo de cielo que ellos eligieran; tenían que volar bajito, y por donde Machalá los viera. La lechuza, tan inteligente, sólo podía pensar en cosas que no enojaran a Machalá (que eran muy pocas cosas, y adémas, muy aburridas). Los conejos y las conejas, que se amaban tanto, veían con tristeza cómo sus muchos hijitos no encontraban ni una ramita de hinojo o un pedazo de zanahoria para comer, porque todo se lo llevaba Machalá... y sus escorpiones. Que no se sabe bien para qué, porque tenían demasiado. Y así los conejos perdían su ternura, su buen humor, y apenas si podían cantar.
En Monimbó, con Machalá, nadie, nadie podía cantar. Ya se sabe: a las víboras así, no les gustan las canciones.
Ustedes se preguntarán: ¿cómo una simple víbora y unos cuantos escorpiones podían tener dominados a tantos y tantos animalitos?
Es que hacía muchos y muchos años que la familia viborosa de Machalá los venía dominando. Tantos años, que todos pensaban que la vida de los animales de un bosque tenía que ser así... que eso no se podía cambiar, y no había más remedio que aguantar... y sufrir. Y además otra cosa muy importante: tenían miedo. Porque Machalá era muy cruel, muy mala, y ya había lastimado ¡y hasta matado!! a muchos animales. A todos los que se les ocurriera pensar o decir cosas que a Machalá no le gustaran, por ejemplo, que Machalá era mala.
Pero yo les tengo que decir algo, y... perdonen que sea tan largo, pero... los cuentos sobre estas víboras suelen ser muy largos, pero no se inquieten... siempre terminan...
Les tenía que decir que más que miedo y todas esas cosas, lo que ocurría para que Machalá siguiera mandoneando y mandoneando era que cada uno de los animales trataba de que a él no le pasara nada, sin preocuparse por lo que le sucediera a los demás...
Hasta que un día, la mariposa, que andaba por todo el bosque de Monimbó volando de aquí para allá y que veía todo lo que pasaba sin que la vieran a ella, se le ocurrió pensar en qué pasaría si todos los animales se juntaran contra Machalá y sus escorpiones. ¡¡Imagínense!! La inteligencia de las lechuzas, junto a la picardía de los conejos, la agilidad de los pájaros, la fuerza de todas las hormigas del bosque, la imaginación de las mariposas, la astucia de los lobos, que eran tan astutos que en realidad la mariposa no sabía si estaban de parte de Machalá o de los animales.
La mariposa, entonces, reunió a todos los animalitos, les conto su idea y todos juntos, echaron a Machalá y sus escorpiones. Claro, yo se los cuento en un segundito, pero esto llevó... mucho tiempo, no se crean que fue fácil.
Pero fue tan lindo ver a Machalá temblando de miedo... su chil-chil, que es el cascabel que lleva en la cola, no paraba de sonar de tanto que temblaba!! Y los escorpiones corrían y corrían gritando ¡No me peguen! ¡No me peguen! Pero les pegaban... porque ellos habían pegado mucho.
Y no se crean que después de eso todo fue lindísimo, y los conejitos tenían mucho para comer, y los pájaros podían volar todo lo que querían... no, no, no, NO. Porque había mucho que arreglar. Machalá había dejado el bosque que era un desastre... Si hasta a muchos conejitos había que enseñarles a saltar porque no habían podido aprender...
Lo que pasa que a pesar de las dificultades, ahora, todos estaban contentos, porque trabajaban todos juntos para arreglar el bosque y sus problemas, y no para alguien de la familia viborosa... Y además, cantaban...
Mucho tiempo después llegó la noticia de que Machalá se había muerto en otro bosque lejano. Nadie lloró ni se puso triste, porque ¡a quién le va a dar lástima que se muera una víbora tan mala! Algunos escorpiones quisieron entrar de nuevo para mandar en el bosque, pero no pudieron, porque ya se sabe: cuando un escorpión pierde su Machalá, no sabe qué hacer y se pincha el mismo con su cola.
Lo cierto es que en aquel bosque de Monimbó, se cantaba mucho y muy lindo...