“LA
SABIDURÍA DE TODOS”. Relato de la
tradición ashanti, Africa.
En casi todas las culturas hay un tiempo mítico en el que se
decidieron las carácterísticas del mundo, casi como lo conocemos hoy. En
aquella lejana época, los animales
tenían forma humana. Anansi, es araña y
es hombre, protagonista de muchas de las historias del
pueblo Ashanti_akan.
En este relato, su codicia no alcanza para evitar la buena
intención de Nyam, el Creador, que la sabiduría sea compartida entre todos los hombres.
Ana María Shua,
compiladora.
Nyame, el dios del Cielo, le entregó a Anansi, la araña, una
olla con toda la sabiduría del mundo y con instrucciones muy precisas: tenía
que repartirlas equitativamente entre
todos los hombres.
En la olla estaba realmente todo lo que podían necesitar.
Cómo convertir la leche en cuajada y
cómo llevarse bien con todos los vecinos , qué armas usar en la guerra y cuáles
los ritos para atraerse la voluntad de los dioses; las palabras adecuadas para saludar a un jefe
y la destreza para tejer con fibra de palma.
Conceptos, habilidades, conocimientos.
Pero Anansi no tenía ganas de compartir
semejante tesoro, y se lo guardó todo para sí. Para esconderlo mejor, decidió
subir a lo más alto de un gran árbol, el más alto de la selva. Era dificilísmo trepar
cargando sobre la espalda una olla tan pesada, y le estorbaba en el brazo.
Su hijo
Intikuna lo vió luchando por trepar lo más alto al árbol y se quedó mirándolo
asombrado. Padre_ dio después de un rato_
podrías trepar más cómodo si llevaras la olla en la espalda.
Cuando Anansi escuchó consejo tan sensato, rugió de rabia.
¡Cómo es posible ¡ Un muchachito sabe más que yo que
tengo la olla del sabiduría. ¿ Para qué
me sirve todo esto?_ Y en un ataque de furia tiró la olla de la sabiduría al
piso. Estaba ya bastante alto. La olla se estrelló con gran estruendo y
`pedacitos de sabiduría volaron en todas
direcciones. Imposible volver a reunirla.
Durante
mucho tiempo la gente encontró restos de sabiduría por aquí y por allá, en la
tierra, sobre las hojas, en los hongos y en las lianas o mezclada con el agua del río. Y por supuesto los
recogían y se los llevaban a su casa.
Es por esto que hoy no existe un hombre en el mundo que
tenga toda la sabiduría. Todo el mundo
tiene un poco y cuando la gente se encuentra a conversar y a cambiar ideas
comparten los unos con los otros el pedacito que les tocó.